MEZCLA DE ESTILOS TOREROS EN "LA
ZAMARRONA"
ESCRIBANO, MARÍN, OLSINA Y
MEMBRIVES TIENTAN TRES MACHOS Y DOS HEMBRAS DE ALTA NOTA
Ladislao
Rodríguez Galán fotos: Ladis
Si pudiera ser que de una puñetera vez la
Covid 19 nos dejara en paz y la vida volviera a recuperar el pulso y su trajín, el mundo cogería el paso enseguida,
porqué hay ganas y deseos de todo. Cuando
se pierde lo que se tiene, por mínimo que sea, es cuando más se valora lo que disfrutábamos.
Y con el virus hemos perdido lo mejor
que teníamos: la libertad.
Confinados, obligados a cumplir horarios a
rajatabla sin la movilidad necesaria, incluso para poder visitar a un familiar
o a un amigo residente en otra provincia, o simplemente poder reunirte a tomar una caña
o un café, la vida se convierte en un martirio.
Por eso cuando descuelgas el teléfono y te
comunican que en breves días se va a celebrar un tentadero, cuentas las horas
con la impaciencia del niño que espera la noche de reyes magos.
Y eso me ha pasado tras un largo paréntesis
de sequía informativa-taurina -campera, porque un tentadero no deja de ser un
espectáculo extraordinario para a quienes nos apasiona el mundo del toro. Ese
mensaje es como una bocanada de aire fresco en pleno rostro. Volver a
reencontrarte con la naturaleza es una bendición de Dios.
Y tal como estaba previsto, el día
anunciado (1-3-2021) enfilamos hacia la finca "La Zamarrona" en el término
municipal de El Pedroso (Sevilla).
Portadores de nuestra autorización oficial
para desplazamientos profesionales, llegamos a la finca sin ningún
contratiempo. Allí nos aguardaba, con la amabilidad y simpatía que le
caracteriza, el titular de la ganadería Juan Arenas ( que hace unos días ha
dejado, tras 18 años, la presidencia de la Asociación Nacional de Criadores de
Toros Bravos) y su encantadora hija Carlota (futura portadora de las riendas y el destino de la ganadería). Por el amor y la afición que le tiene
al ganado bravo, auguramos a la joven Carlota una próspera y exitosa trayectoria.
Por la noche habían caído cuatro gotas que,
además de al campo, vinieron como anillo al dedo para el piso del ruedo. Pero
el día abrió enseguida y quedó radiante.
Tras un exquisito desayuno molinero nos
dirigimos a la plaza de tientas. En la caravana de coches nos precedían los
profesionales responsables de las tareas camperas, encabezados por los maestros
Manuel Escribano y Ginés Marín, el novillero francés afincado en Sevilla,
Carlos Olsina y el alumno de la Escuela Taurina de Córdoba Andrés Membrives.
En los corrales esperaban dos erales, un utrero y un toro de 16 años de aparatosa encornadura y dos vacas.,
MANUEL
ESCRIBANO
Al filo del mediodía se dio suelta al toro.
Un ejemplar colorao que ya ha cumplido con su misión de padrear dando muy
buenos productos.
Escribano lo recibió con unas verónicas de
buen trazo, antes de que el animal entrara al caballo desde las distancias que
le fue señalando el ganadero. Siempre lo hacía trotando con alegría y con fijeza.
Con la pañosa en la mano, el maestro de
Gerena lo fue sometiendo con poder y técnica hasta que el animal, olvidado por
completo de su lejana tienta, se dejó llevar por el toreo en redondo y los
naturales que surgían del buen hacer de Escribano. A pesar de su edad, el toro
no se acobardó y seguía los vuelos con la raza, que en su día le elevaron a
semental. Buena faena, al estilo del mejor Escribano, ante un ejemplar que
nunca abrió la boca. Una contundente estocada terminó con la vida y obra de
este magnífico toro, fundamental para la reproducción en la ganadería pero que
ya había cumplido su ciclo.
Todavía tuvo Escribano la ocasión de
lucirse nuevamente en la lidia al enfrentarse a uno de los dos erales que se
tentaron. Fue un ejemplar colorao, chorreao en verdugo, de una lámina preciosa,
que ya en el capote mostró sus grandes
virtudes. ¡Qué hermoso es ver las repetidas entradas de un toro bravo al
caballo!, sin renunciar nunca a la pelea.
Ante un ejemplar de esta categoría, ni que
decir tiene que Manuel Escribano volvió a dejar patente su buen momento de
forma y su concepto del toreo. La muleta
se mecía al son del impulso del maestro y el toro la seguía, humillado y
entregado al poderío del diestro.
En la vaca que tentó, un animal que se iba
a desechar por que lleva dos años que no pare y se pensó darle otro margen de
tiempo, el torero estuvo superior ante
una vaca brava y noble que tuvo un comportamiento excepcional, tanto con el
caballo como con las telas, no cansándose nunca
de embestir y arrastrando el hocico por la arena. Escribano simuló, con
éxito, la suerte de banderillas.
El segundo en liza fue Ginés Marín, quien se enfrentó a un utrero colorao, igualmente de lámina preciosa. Sus ajustados lances de recibo fueron un anticipo de la colosal faena, impregnada de arte y técnica, que le realizó a su antagonista, que como los dos ejemplares anteriores también hizo una brava pelea en varas.
Marín lo fue sobando hasta hacerse con la voluntad del morlaco. Pases, por ambas manos, con poso, calidad, pureza y sentimiento, llevando siempre al toro sometido. Incluso se permitió un desplante con los pitones rozándole el muslo. Magistral Marín en este toro.
El novillero francés, al que ya habíamos
visto en varias ocasiones en tentaderos anteriores, en esta misma casa, volvió
a confirmarnos su buen hacer y su manera limpia de ejecutar el toreo. Para él
fue el segundo eral (negro zaíno) al que recibió con capotazos de buena
factura. Luego ya, franela en ristre, realizó una faena muy bien hilvanada, con
pases de todas las marcas y redondos interminables. Este joven novillero en continuo progreso, arde en deseos de que
la temporada se normalice y pueda demostrar ante el público que hay madera de
gran torero.
ANDRES
MEMBRIVES
Ante tanta clase torera y bravura, no se acomplejó ni quedó atrás Andrés Membrives, alumno de la Escuela Taurina de Córdoba, que volvió a Córdoba henchido de felicidad por haber podido torear junto a dos maestros y sobre todo por su decisión de ponerse delante del toro, y aunque recibió una voltereta volvió a la cara y consiguió enjaretarle algunos pases aceptables.
Luego con las dos vacas, más asentado y preciso, pudo torear a placer. Este chico evoluciona a pasos agigantados. Ese es el camino.
Esto dio de sí una jornada campera de alto
voltaje, por los toreros, por el ganado y por las atenciones de Juan Arenas y
su hija Carlota.
Manuel escribano estuvo acompañado por su
apoderado José Luis Moreno y, al igual que Ginés Marín, auxiliado por parte de
su cuadrilla.
Juan
Antonio García "El Califa", acompañó a su alumno Andrés Membrives.
Dispuesto a intervenir, en caso necesario, estuvo
siempre atento el doctor Rubén Ruiz- Mateos.
Asistieron, entre otros invitados, Antonio
Arenas Casas y su hermano Fabián.
La labor veterinaria corrió a cargo de
Antonio Benito.
Raúl López fue el piquero encargado de amoldar las embestidas de la reses.
IMÁGENES
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