UN AGRADABLE PASEO CON
SORPRESA FINAL
LA MUSICA DE "BOTICA BLUES BAND", UN CONJUNTO
CORDOBÉS DE VIEJOS ROKEROS, IMPREGNABA EL BARRIO DE VALDEOLLEROS.
Ladislao Rodríguez
Galán
La radio, la prensa y
los reclamos en los comercios llevaban varios días machacando con el Black
Friday, hasta tal punto que no tuve más remedio que echarme a la calle para
darme un paseo por el centro y ver el ambiente y la respuesta de la gente a
esta llamada poderosa e interesante...para el bolsillo.
La tarde estaba
agradable y pasear me pareció una buena idea. El centro estaba muy ambientado y
la gente entraba y salía de los comercios dando la sensación que se lo estaba
pasando muy bien con tanto barullo en la zona comercial.
Cuando la noche comenzó
a caer volví los pasos para casa. Cuando enfilaba el vial (llamado jocosamente
el "paseo marítimo de Córdoba"), comencé a escuchar una música
lejana, como si de una verbena veraniega se tratara.
Al igual que un sabueso se deja
guiar por su olfato, yo me confié a mi oído y camine en pos de ese ritmo
desenfrenado que cada vez se hacía más intenso.
Al llegar a la avenida
de los Almogávares me topé con un enorme escenario que ocupaba toda la vía,
teniendo que desviarse el tráfico por las calles adyacentes.
Había mucho público
escuchando y otros con el móvil en la mano grabando el concierto. El ritmo y la
buena música contagiaban a todos que se contorneaban encantados.
En el escenario un
grupo de músicos veteranos desgranaban, una tras otra, viejas composiciones
rokeras de las llamadas de "toda la vida".
El vocalista, con buena
voz, cada vez que terminaba un tema se dirigía a los presentes y de manera
jovial y simpática les indicaba cual sería la interpretación siguiente. El
público recibía el anuncio con alborozo como el que espera el maná.
Había tres
guitarristas, un organista y un batería endiablado que marcaba el ritmo con un
frenesí de locura. Todo perfecto y los temas interpretados con muchísima
calidad. Por eso cada vez se arremolinaba más gente, que al finalizar aplaudía
a rabiar.
Pero mi sorpresa,
agradable sorpresa, radica en que el especialista de la percusión era mi
querido amigo José Luis Cuevas. Parapetado detrás de una torre de platillos no lo
había distinguido ni me había percatado de quien se trataba.
Yo conozco desde hace
años, porque me lo ha referido en numerosas ocasiones, que el forma parte de un
grupo de rock que ensaya tres días a la
semana. Y también, multitud de veces, me
había dicho que me acercara a tal o cual local nocturno donde actuarían. Nunca
pude ir, por lo avanzado de la hora y no ser yo ave nocturna, pero mira por donde me topo con el grupo
rokero de José Luis. Se llaman Botica
Blues Band y suenan como los ángeles.
No me extraña que la gente estuviera hipnotizada por su música. Son muy buenos.
Entre el público había
gente joven y muchos críos sentados en el asfalto (la noche era deliciosa). Y
por no faltar, no faltaba la nieta de Cuevas, acompañada de la abuela Lola.
Estaba la cría de cabello dorado sentada en la escalerilla de acceso al
escenario sin perderse nada de lo que hacía el abuelo. Imagino que para él
sería un aliciente para dar lo mejor de sí.
Tomé estas fotografías
que les muestro como ejemplo de que cuando las cosas se hacen bien y con
calidad, la edad no importa. El ritmo se lleva en los genes.
Esta fue una original y
magnífica manera de celebrar los comerciantes de Valderolleros su particular
Black Friday.
Una vez más la vida
estaba en un barrio.
Me fui para casa
tatareando una de las canciones que
escuché mientras pensaba que es verdad que los viejos rokeros nunca mueren...