lunes, 12 de octubre de 2020

 

MORANTE CAUTIVA A LOS CALIFAS SIN ESPADA

EL SEVILLANO PINCHA UNA FAENA TREMENDA AL QUINTO.

PINCELADAS DE JUAN ORTEGA QUE SIGUE COTIZANDO AL ALZA

Crónica: gentileza de Emilio Trigo     fotos: Lances de Futuro 

Plaza: Coso de los Califas, en Córdoba. Corrida del Día de la Hispanidad. Lleno de ‘No hay billetes’, 2.960 espectadores, sujeto a las restricciones de aforo por seguridad.

 Ganado:Toros de Jandilla y Vegahermosa (4º), bien presentados y parejos. Sin comerse a nadie, pero con mal estilo, les faltó entrega y les costó irse siempre de los vuelos, reponiendo lo suyo.

Incidencias: Se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas de la Covid-19 antes del paseíllo y, previamente, nada más pisar el albero los diestros se interpretó el himno nacional. Gran ovación a Morante y Ortega antes de salir el primero. Sobresaliente: Miguel Ángel Sánchez.

MORANTE DE LA PUEBLA, silencio, ovación y vuelta al ruedo tras aviso.

JUAN ORTEGA, ovación, silencio y silencio.

Morante cautivó a los Califas. De eso, con o sin espada, no hubo duda. La figura sevillana ‘pinchó’ una faena tremenda que amalgamó toreo en todas sus versiones: toreo fundamental caro, sevillanía, remates de órfebre, toreo a dos manos y unas ‘manoletinas-agalleadas’ de genio. Fue en el quinto, único toro manejable dentro de una corrida de Jandilla poco propicia. No se comió a nadie, pero tuvo mal estilo: siempre reponiendo, le costaba irse de los vuelos, con poca entrega y cierto peligro sordo. Conviene continuar siguiendo la pista de un Juan Ortega que mantiene su cotización al alza. Firmó buenos naturales al segundo y verónicas al ralentí al sexto, además, el sevillano replicó siempre por el mismo palo.

Hasta después de la primera vara no hubo nada relevante. Morante le instrumentó algunas chiquelinas con ‘medio capote’ de un parangón singular y tras una gran vara de Cristóbal Cruz, volvió a replicar Ortega de igual forma -como ocurriera en el segundo de la tarde- con la misma ejecución. Torería y plasticidad de Ortega y Morante. Brindó en los medios. El cigarrero impregnó su obra de torería majestuosa ante el único potable del festejo hasta entonces. Dibujó series engarzadas a diestras embarcando muy adelante para llevarlo cosido muy atrás. Una delicia el toreo del sevillano que puso naturalidad y un temple que detuvo el tiempo.

A izquierdas, cuajó naturales de una exquisitez suprema aderezando su toreo con formas y fondos de otra época. Metió José Antonio al quinto en la panza de la muleta y lo toreó con las yemas acariciando cada viaje de su pequeña muleta. Bordó el toreo con un valor que pasó desapercibido, pero que afianzó a más en su templadísima faena. Amasó un trasteo de mucha intensidad y sevillanía, en el que también hubo cabida en el epílogo para unas ‘manoletinas-agalleadas’ en honor a los maestros pasados. Tremenda faena que estropeó con los aceros. Vuelta al ruedo.

Sietegatos’ salió con más pies que los anteriores. Este tercero tampoco dejó componer a Morante un inicio de capote para deleite. Probatorias sin más ante otro bien hecho pero de corto juego en los tercios iniciales. Se cuidó en varas y a otra cosa. Brindó a Cayetana Álvarez de Toledo. Morante inició su notable faena desorientando a su antagonista de los terrenos donde se había acomodado. Tras llevarlo al extremo opuesto, comenzó su particular faena, donde lo muleteó con disposición y mandato. José Antonio de forma pausada y con determinación pasajeó al natural con cadencia pero lo mejor llegó a derechas al atacar e imprimir mayor ritmo a su brillante trasteo. El cigarrero cuajó algunas tantas de mucho calado donde el temple y la exigencia se palparon en cada trazo. El ‘Jandilla‘ repitió más y mejor por ese pitón. Gustó y se jaleó mucho la labor del sevillano que al final escuchó una ovación tras pinchazo y estocada.

Salió algo dormido el abreplaza -reseñado para Sevilla inicialmente- enterándose de dónde estaba. Hubo un tanteo inicial y se frenó en seco para después espabilarse tras escapar ante el burladero que comandaba Araujo. El sevillano lo pasó con el capote por ambos pitones con un toreo genuflexo y lleno de arrebatamento. Gustó el lancear añejo del cigarrero. El ‘Jandilla‘ por entonces seguía con una embestida sin terminar de romper del todo y mientras tanto dos varas cumplimentaron el tercio. ‘Seminarista’ llegó al último tercio igual que saltó al ruedo, ósea sin decir nada y de comportamiento deslucido. Así que Morante tras mostrar intenciones de agradar prosiguió sin aburrirse ante semejante oponente. Le corrigió la costumbre de tirar la cara arriba a mistad del viaje y le soltó alguna pincelada marca de la casa. Detallitos e ilusión ante uno que no ofreció nada salvo nobleza.

Programador’ no dejó componer a Juan Ortega un saludo vistoso. El segundo de la tarde varió poco del primero en los tercios iniciales con una embestida cansina y poco prometedora. Marcó a quererse rajar durante la lidia y salida del jaco. Por cierto, Morante le sopló un quite por verónicas de cante grande y Ortega replicó por el mismo palo ahondando en el cante ‘jondo’. Precioso el pique entre ambos que levantó al respetable de los asientos. Ortega no perdió la fe ante semejante astado y poco a poco lo sobó buscando el fondo de su antagonista. Un toro de embestida irregular en el pañosa pero con bondad en la misma que permitió a su matador construir algunas series llenas de temple y naturalidad. Una interpretación llena de suavidad y composición, que llenó la escena de toreo sentido. Ortega asimiló que el toro le ayudaría más en perpendicular a tablas -de dentro a fuera- y en esos lares le ensartó varios que hizo crujir a la plaza. La espada le quitó el posible trofeo. Ovación tras petición ante uno manejable.

El cuarto, ‘Japonés’, del hierro de Vegahermosa tiró la cara arriba en el capote de recibo de Juan Ortega. Un protocolo capotero sin mayores estiramientos. Cumplió en el caballo en sus dos entradas. Brindó al respetable, el segundo de su lote y, a la postre, un toro que jamás salió de los vuelos de los engaños y que hacía hilo con mal estilo, aunque sin intenciones. Porque este cuarto miró mucho antes de acometer, pero sin embargo fue obediente al cite y así navegó una labor plana sin contenido relevante. Ortega se topó con uno que cantó más problemas que sus hermanos y que no dio opciones.

Osorio’, el sexto. Un castaño que dejó componer un saludo lleno de empaque a Ortega. El último embistió en corto al capote, Ortega lo esperó y le jugó los brazos de auténtica categoría. Cuatro y sus respectivas medias construyeron un recibo precioso. El sevillano lo llevó a los medios con un toreo al paso y poniendo prestancia a un andar torero pero pronto cantó el cierraplaza a aburrirse. Un toro que pasaba por allí sin nada que ofrecer y que aburrió a todos los presentes a pesar de intentarlo constantemente Juan Ortega. Sin suerte y sin lote.

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