Ladislao Rodríguez
Galán
En 2001, con 65 años, Manuel Benítez "El Cordobés"
marca otra fecha para la historia. El día 10 de Marzo, encabezando el cartel,
inaugura la plaza de toros de Morón de la Frontera, acompañado en el paseíllo
por Enrique Ponce y Julián López "El Juli" con toros de Núñez del
Cubillo y un lleno de no hay billetes
con cientos de personas en la calle sin poder entrar.
La expectación en
torno a "El Cordobés" fue impresionante. A Morón se acercaron, como
enviados especiales, infinidad de medios
de comunicación que no querían perderse este acontecimiento.
Y tal como se esperaba
Manuel Benítez no defraudó a nadie. Estuvo impresionante toda la tarde. Con su
personalísimo estilo sorprendió a un enardecido público que comprobó el buen
estado de forma y que la casta y la raza que le acompañaron siempre seguían
intactas en su afán de superación y no le habían abandonado. No se dejó
ganar la pelea desde el primer momento y por su entrega y disposición se le rindieron
los tendidos.
Unos graderíos repletos de aficionados, cuya mitad de ellos, en
los años sesenta, lo auparon a la gloria. El público nuevo del
año 2000 había oído hablar de "El Cordobés", pero no lo había visto
torear. Esa tarde se enteró bien y comprendió porque revolucionó el toreo y
estuvo tantos años de número uno por encima de tantas figuras como había en el
escalafón.
En Morón disfrutó tanto toreando que incluso dio el salto de la rana Una novedad para gran parte del respetable.
El ganado salió muy colaborador y propició el triunfo de los
tres toreros que abandonaron la plaza a hombros acompañados del empresario y
propietario del nuevo coso Manuel Morilla.
No me resisto a contarles una ocurrencia de Benítez esa
tarde. Todos ustedes saben, porque lo han visto en algunas tardes de toros, que
cuando un torero va dando la vuelta al ruedo y un espectador le echa un gallo, se forma una buena de carreras por
aquí y por allá porque nadie es capaz de coger al animal que se escabulle entre
capotes y manotazos.
Pues cuando Manuel daba la vuelta al ruedo le echaron un
gallo (que bien pudo ser el gallo de Morón) y en vez de intentar atraparlo con
el capote o acorralándolo en un burladero, se tiró encima, como el que se tira
a la piscina y lo atrapó.
Los tendidos estallaban de risa. Son detalles y
ocurrencias de este torero genial.
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