jueves, 30 de noviembre de 2023

 60 aniversario alternativa "El Cordobés

MANUEL BENÍTEZ "EL CORDOBÉS":

LA REVOLUCIÓN DEL TOREO


José Luis Prieto Garrido, veterinario y escritor  / fotos: Ladis                       

El Cordobés ha sido el último revolucionario que ha tenido la fiesta de los toros, el último gran heterodoxo. El último torero moderno cuya revolución cierra la historia iniciada por Belmonte y Joselito allá por el 1914, y tras el cual, se inicia una etapa que bien podríamos denominar postmoderna,  en la que nos encontramos en la actualidad, donde las revoluciones son imposibles porque Benítez ya se había metido en todos los terrenos invadiendo incluso los del toro, y donde la repetición, hoy en día, se sucede una y otra vez, hasta la reiteración de lo visto.

El Cordobés tergiversó la estética torera hasta lo inimaginable, lo que supuso la anulación de cualquier posterior intento revolucionario.

El toreo moderno lo han hecho tres figuras del toreo: Belmonte, Manolete y El Cordobés. Estos han sido los realmente grandes revolucionarios, y nadie más.

Belmonte , primer revolucionario, el que trajo el empeño por la quietud, Manolete, el que, en definitiva, la impuso, y El Cordobés, el que la llevó hasta sus máximos extremos.

Benítez fue, sin lugar a dudas, uno de los personajes más admirados e idolatrados en España en los años sesenta. Exaltó siempre en su estilo la inmovilidad ante el toro, causando siempre emoción y a su vez controversia. Posiblemente, junto a los Beatles, uno de los personajes más mundialmente conocidos.

Siempre se ha dicho que El Cordobés era un seguimiento del toreo de Manolete. La tauromaquia de ambos se basa en los mismos conceptos, la quietud, la ligazón y la mano izquierda. El de Palma del Río, era un torero portentoso, con un aguante y un mando únicos. Un valor que le permitía el pasarse el toro pegado al vientre y a la taleguilla, y ligar diez muletazos y el pase de pecho. Su mano izquierda, si no la mejor, sí una de las mejores de la historia que se conoce del toreo. Un prodigio, poderosa como  ninguna, y una cintura que hipnotizaba a los toros.

Se arrimaba más que nadie y podía más que nadie, por eso mandó en el toreo de su tiempo. Valor, quietud, ligazón y su mano izquierda, insisto, eran el secreto de este ídolo de masas.

Si, es verdad, que todas estas cualidades se adobaban con una manera, quizás algo extravagantes pero absolutamente personales.



Las maneras del torero, podrían gustar o no, pero demostraba sus cualidades. Sí, que luego haría la rana, ¡pero antes había dado cincuenta naturales en el espacio que ocupa un ladrillo!.

A El Cordobés todos le temen y le respetan. Le obedecen. Manda con un despotismo absoluto. Es el centro del toreo, y esto, en una época con tantos buenos toreros, no está al alcance de cualquiera.

Merecen toda atención y respeto, Ordoñez, Camino o El Viti , en una época convulsa, cuando más arreciaba el “huracán cordobés”; ellos fueron los que supieron mantener los valores más tradicionales de la fiesta.

El 29 de octubre de 2002 fue proclamado quinto Califa del Toreo en Córdoba, junto a Lagartijo, Guerrita, Machaquito y Manolete.

El 5 de abril de 2014, con 78 años de edad, actuó en la plaza de Los Califas en un festival taurino benéfico contra el cáncer, cortando dos orejas y saliendo a hombros.




A este triunfo tengo que sumar la inmensa alegría, para el que les escribe, porque este festival suponía mi despedida  tras 25 años de actuación veterinaria en el palco de la Plaza de Toros de Córdoba.                                     


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