DÍA DE SAN FRANCISCO
José Javier Rodríguez Alcaide
ex presidente del Colegio de Veterinarios de Córdoba
Se celebraba el acto del patrón de los
veterinarios, San Francisco de Asís, amigo de los animales, en la sede de la
organización colegial de Córdoba. Estaba el salón de actos ocupado por
veterinarios jubilados, activos y recién colegiados.
Con toda solemnidad en este acto se entregó la
medalla al mérito colegial y a título póstumo
a José Maria Urbano Molina, quien formó parte de varias juntas de gobierno y
fue vocal de la junta que me cupo el honor de presidir. También se entregó, a título póstumo, el de colegiado de honor al
catedrático de la Facultad de Veterinaria Antonio Miranda García.
De golpe me encontré con la muerte reciente de
estos tres compañeros citados.
Percibí que nuestro ser no se agota en la
temporalidad sino que es un ser para lo eterno. Esa es la razón de la galería
de retratos de presidentes y esa eternidad ha sido el motor para la concesión
de la medalla al mérito colegial y la de colegiado de honor a un veterinario no
colegiado, tras sus fallecimientos.
Sentí cómo
se supera la diferencia entre ese instante y la duración de esos momentos
colegiados. La entrega de esos reconocimientos a nuestro compañeros
veterinarios fue un intermedio entre tiempo y eternidad. Tuvieron los dos un principio y no tendrán un fin
tras esos perpetuos recuerdos.
Al observar cómo cada hijo recibía el
correspondiente reconocimiento del Colegio, a título póstumo, comprendí que la preocupación por la temporalidad no es
en modo alguno el sentido último del ser porque el ser temporal en esos
momentos se llenó de lo eterno. Para todos y,
especialmente, para sus hijos nuestros dos compañeros volvían a la vida y no
desde la muerte.
¿ Dónde
está lo que hacía de ellos que los dos vivieran intensamente ?
Está en
nuestros corazones y los hemos recordado como vencedores con majestuosa calma y
profunda paz.
Aquel dolor de su pérdida no se reflejaba en los
ojos de sus respectivos hijos al recoger los honores póstumos porque ese dolor
quedó en segundo plano tras la
grandeza de lo acontecido.
Su fin no les llegó cuando desaparecieron sus
moradas terrenales porque sus metas están en Dios, que mueve todo cuanto es
amado y ese amor de sus compañeros se escenificó en este acto colegial de San
Francisco.
El alma de José y Antonio, como la de Amorrich,
es de naturaleza independiente a sus cuerpos y no murió con ellos.
Públicamente hemos recordado a dos de ellos en
este año pero yo incluí en mi recuerdo, también, a Antonio Amorrich Hellín, también vocal de la junta de gobierno
que yo presidí, porque sus almas son inmortales, pues de no ser así no tendría sentido entregarles después de
muertos un reconocimiento.
Sus almas son reales y no son nuevas ideas y su
inmortalidad también es real con independencia de que algunos así no lo postulen.
Si no fuesen reales no tendría sentido que el
Colegio Oficial de Veterinarios de Córdoba y a título póstumo nos haya recordado lo que hicieron
ni que los hijos se alegren y recojan estos méritos.
Existen sus almas en la eternidad.Pues ese
recuerdo colegial será imperecedero.
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