COLABORACIÓN
"ISLERO"
: UNA HISTORIA Y UN DESTINO
¡Me niego a pensar e imaginar que haya alguien, ya no solo
del mundo del toro, sino de la sociedad en general que no haya oído hablar de Islero!
Pero, realmente ¿hay
algún lector que no comparta conmigo, que el destino y la fatalidad quiso que
toro y torero se encontraran, aquel fatídico 28 de agosto de 1947, en el albero
del coso linarense?
Islero no
iba para Linares. La corrida al completo estaba destinada para el ciclo ferial
de Murcia.
Amargoso, Azafrán,
Curtidor, Latiguero, Papirote, y, por supuesto, Islero,
no tenían el destino de la localidad jienense. Su destino era la capital
murciana.
Manolete
era criticado en el sentido de que se le recriminaba el lidiar toros de
ganaderías fáciles, pero, más lejos de la realidad. Manolete lidiaba los
mismos que los demás toreros. Tengan en cuenta, que tras la Guerra Civil, los
toros que hubo en el campo, en los seis u ocho años siguientes, eran los que
había. La Guerra finalizó en 1939, luego, los primeros toros nacidos tras esa
fecha se lidiarían en 1943.
Pero volvamos a la
historia.
Camará, apoderado de Manolete,
apoyado por la cuadrilla de confianza del diestro, y para acallar críticas, acuerda
con D. Eduardo Miura, y habida cuenta de que no disponía de más toros, la
corrida de Murcia, enviarla a Linares.
Además, se sumaba un
aliciente más. La figura de Luis Miguel DOMINGUÍN, un joven torero, ambicioso,
que estaba despuntando y emergiendo como rival del diestro cordobés.
Islero,
“el toro que mató a Manolete”, dice la mayoría. Pero, realmente, ¿a
Manolete lo mató Islero?
28 de agosto de 1947. Plaza de toros de Linares (Jaén). Seis
de la tarde. Corrida de toros de la ganadería de D. Eduardo Miura.
Diestros, Rafael Vega GITANILLO DE TRIANA, Manuel Rodríguez
MANOLETE y Luis Miguel DOMINGUÍN.
Islero tocó
en el sorteo a Gitanillo de Triana, íntimo amigo personal de Manolete,
con quien lo cambió.
Manolete,
en su primer toro no había tenido suerte. Una faena nada más que aceptable sin
haber cortado oreja, mientras que Luis Miguel Dominguín ya llevaba dos
en su saco.
Islero era
el quinto de la tarde, hijo de Islera, un toro negro, entrepelado,
marcado con el número 21 en el costillar, herrado arriba como se hacía con
todos los de la línea de Alvareda. No fue un toro grande, y menos al tratarse
de la ganadería de procedencia. Pesó 295 kgs. de canal, lo que equivaldría a
apenas 500 kgs. de peso vivo.
Manolete,
ya desde el primer momento pudo adivinar las malas condiciones del toro, lo
muleteó por bajo, parándose en unos inmensos derechazos y cinco tremendas
manoletinas, dos ayudadas por alto. Entró a matar un poco sesgado, de dentro a
fuera, tuvo el inmenso fallo de marcar mucho el volapié, lo que dio tiempo al
morlaco a arrancarse a la vez para clavar el cuerno derecho. La cornada fue
seca, lo volteó y cayó al suelo.
Lo que después pasó
allí fue un cúmulo de fatalidades y desaciertos, comenzando por la equivocación
de la puerta por la que habría que llevarlo a la enfermería. El Dr. Fernando
Garrido realizó las primeras suturas y transfusiones, que por cierto,
curiosamente el primer donante fue un policía de nombre Juan Sánchez, logrando
cortar la hemorragia y estabilizando al torero, hasta el punto de que éste
pidiera unas caladas de un cigarrillo.
Manolete, tras
cruzar unas palabras con los miembros de su cuadrilla, fue trasladado al
hospital de Los Marqueses de Linares, donde se le practicó una nueva
transfusión con un plasma noruego que había sido importado unos meses antes
para atender la tragedia del accidente producido por la explosión de un
polvorín de la Armada en Cádiz. Ese plasma ya se había utilizado, con
resultados bastante negativos.
El Dr. Garrido se negó
a ella, pero el Dr. Giménez de Guinea, amigo personal de Manolete insistió
y decidió llevarla a cabo.
“No veo nada”, fue lo
primero que dijo el Califa. Y murió tras diez horas de agonía.
Ante esto, y mucho más
que hay escrito pero que he resumido, Islero hirió de gravedad a Manolete,
si, pero tras la operación del Dr. Garrido es muy probable que se hubiera
recuperado. Creo que esa segunda transfusión de sangre que ya había tenido
muchos problemas en Cádiz, que podría estar contaminada, fue lo que realmente pudiera
haber acabado con la vida de uno de los diestros más grandes de la historia de
la tauromaquia.
Pasan los años, y hoy,
73 años después, me queda la duda justificada de si realmente Islero
mató a Manolete.
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