SE CUMPLEN SESENTA AÑOS DE LA CAÍDA DE UN AUTOBUS DE
AUCORSA AL RIO GUADALQUIVIR
EN EL TRÁGICO ACCIDENTE MURIERON ONCE PERSONAS Y SE
SALVARON DOS.
Ladislao Rodríguez Galán fotos: Ladis
El
día 26 de Abril de 1964, Córdoba vivó un enorme sobresalto
cuando por los barrios de la ciudad cundió la noticia de que un autobús de
línea urbana de Aucorsa había caído al rio Guadalquivir a la altura de la Cruz
del Rastro. Pocas noticias había sobre cuántos y quienes podían ser los
usuarios del vehículo, pues este autobús de la línea Pio XII, era el último que
partía de la plaza de las Tendillas y llegaba hasta el estadio del Arcángel
para acercar a los postreros aficionados al campo de fútbol. Esa tarde jugaba
el Córdoba C.F. contra la U.D. Levante. El autobús siniestrado era uno de
refuerzo y tras este itinerario, concluido el servicio, debería dirigirse a
cocheras. No fue así, pues su recorrido terminó trágicamente cuando se
precipitó al río Guadalquivir, tras romper el pretil.
El bus continuaba sumergido y nada se
sabía del número de personas que había en el interior.
La noticia del accidente, que vistió de luto a la ciudad, fue portada en la mayoría de los periódicos españoles y buena parte de la prensa extranjera se hizo eco del dramático accidente.
SUPERVIVIENTES
Del interior del autobús solo pudieron
salir con vida el cobrador, Miguel Espinosa Priego (de 29 años) (casado con
Rafaela Caballero Salvador, padre de dos hijos y esperando un nuevo retoño) que
sufrió rotura de clavícula y múltiples magulladuras, precisando ingresar en la
residencia Noreña y José Vázquez Fernández (usuario) con herida inciso contusa
en región superciliar derecha y traumatismo cerebral y toráxico. Tras ser
curado pasó a su domicilio.
En el lugar del suceso se personaron todas las autoridades que dirigieron las tareas de rescate.
Los bomberos, junto a los buzos, procedieron primeramente a localizar el vehículo, que estaba hundido a unos catorce metros de profundidad. También llegó, procedente del Parque de Talleres de Automovilismo, una potente grúa con personal especializado para tratar de extraer el autobús. Hasta el momento no se sabía que cantidad de personas viajaban en el momento de producirse el accidente, aunque se barajaba la posibilidad de que fueran pocas al ser el último servicio y solía llegar al estadio con la hora muy justa.Como era difícil y complicada la recuperación del vehículo, que
se encontraba volcado en el lecho del río, se procedió a rescatar los
cadáveres, labor que concluyó sobre las ocho de la tarde (tres horas después de
producirse el siniestro). Los once cadáveres fueron sacados en barcas y
trasladados a las ambulancias que los llevaron al Depósito Anatómico Forense
del cementerio de San Rafael. Cerca de las nueve de la noche, y tras romperse
el cable de la primera grúa que acudió a reflotarlo, fue sacado el autobús del
río Guadalquivir. Quedó sujeto con cables para al día siguiente arrastrarlo
hasta la orilla opuesta.
El coche, de la empresa Aucorsa, tenía matrícula de Málaga
número 21929 y cubría la línea de Pío XII, en el Campo de la Verdad.
VÍCTIMAS
Algunas de las víctimas eran muy conocidas, por regentar
establecimientos de hostelería muy céntricos, como Mariano Carrasco Ruiz (Bar
Correo), casado con Rafaela Roldán González y padre de cuatro hijos y Alfonso
Pérez Quero (jefe de cocina del restaurante Imperio, de la calle la Plata),
casado y con tres hijos. Ambos solían esperar a última hora para tomar el
autobús.
El conductor del autobús Wenceslao Gracia Arroyo, de 45 años,
con un expediente de excelente conductor, que nada pudo hacer por evitar la
catástrofe. Estaba casado con Teresa Díaz Serrano y tenía tres hijos. Pedro
Zurbano Barrionuevo, interventor del Servicio Municipal de Aguas y su esposa
Ana España. El matrimonio compuesto por Luis Guerra Morillas e Isabel Pastor
del Río, padres de una hija. Fernando Varo Artigues, José Llamas, Fernando Cubo
de la Torre y Manuel Rodríguez Soto, de quince años, que no iba al futbol sino
a entregar en las taquillas la recaudación (29.000 pts.) de la venta de
entradas del Bar Guerrero donde trabajaba. Cuando rescataron su cadáver llevaba
en la mano, bien apretado el puño, todo el dinero.
LUTO EN LA CIUDAD
Como es natural este trágico suceso impresionó profundamente a la ciudad acudiendo miles de personas al paseo de la ribera para conocer si entre los viajeros iban familiares y amigos. Igualmente querían saber el horario de los funerales.
El alcalde de la ciudad Antonio Guzmán Reina ordenó que, por cuenta del Ayuntamiento, se facilitaran los féretros a las víctimas y que se colocaran crespones negros en señal de luto en los balcones de la Casa Consistorial. También ordenó que los cadáveres fueran depositados en la iglesia del cementerio de San Rafael, para que pudieran ser velados por las familias.Para el día del funeral estaba previsto que se consagrara la
iglesia de San Alberto Magno, pero por el trágico accidente se pospuso un día
más. El príncipe Juan Carlos que tenía anunciada una visita oficial de dos días
a la ciudad, dispuso por el luctuoso suceso, que todos los actos programados en
su honor quedaran suspendidos para unirse al duelo de la población. El
gobernador civil, Landín Carrasco, pidió a las empresas que permitieran, a los
trabajadores que lo deseasen, salir con tiempo suficiente para asistir a los
funerales por las víctimas.
FUNERAL EN LA MEZQUITA CATEDRAL
El funeral de Corpore in Sepulto se celebró el lunes día 27 a las siete de la tarde en la Mezquita Catedral, lo ofició el obispo monseñor Fernández Conde y estuvo presidido por el príncipe Juan Carlos, que estuvo acompañado del Gobernador Civil Prudencio Landín Carrasco, el alcalde Antonio Guzmán Reina y el presidente de la Diputación Antonio Cruz Conde, entre otras autoridades, calculándose que asistieron unas diez mil personas.
EL HÉROE DE LA TRAGEDIA
EL BARQUERO ENRIQUE CABALLERO, CON LA AYUDA DE SU HERMANO PEPE, Y SU
SOBRINO MANUEL, SALVÓ LA VIDA DE ESTAS DOS PERSONAS Y AYUDARON A RESCATAR DEL
INTERIOR DEL AUTOBÚS LOS CADÁVERES
Ladislao Rodríguez Galán fotos: Ladis
Enrique Caballero Álvarez fue el último barquero. Desde que nació (1918) estuvo
ligado al río Guadalquivir, pues vino al mundo en la calle Badanas, entre el
río y la plaza del Potro. Su padre era
molinero y propietario del molino San Antonio. Allí pasa largas
temporadas trabajando con su padre, cuando salía del colegio de don Luis
(frente al embarcadero).
Su afición por el río y su habilidad para construir barcas le inclinan, en
su juventud, a la noble tarea de barquero. Profesión que desarrolló hasta que
cumplió 54 años. En total estuvo más de 25 años pasando a los cordobeses de una
a otra orilla del río. Recuerda que durante la semana llevaba muchas mujeres
del barrio de Miraflores que iban al mercado de la Corredera a comprar y los
domingos pasaba aficionados para el futbol. Algunas veces hasta llegó a
transportar cincuenta personas en la
barca. El viaje valía dos reales (luego lo subió a una peseta). pero
simplificaba mucho el camino a recorrer.
Y fue la tarde del 26 de abril de 1964, cuando contaba con 46 años, y llegando
al embarcadero escuchó un ruido enorme… Pero mejor será que lo cuente él.
"En la barca íbamos mi sobrino y yo. Mi hermano Pepe nos esperaba en
la orilla. De momento escuchamos un gran golpe, miramos y vimos a un autobús
perderse dentro del rio. El agua comenzó a moverse. Remamos hasta allí y había
una enorme mancha de aceite. Encima de la superficie flotaba una gorra. De
momento salió un hombre que chapoteaba desesperadamente, era el cobrador
(Miguel Espinosa Priego, de 29 años). Nos acercamos y lo izamos a bordo. Estaba
herido y extenuado. Se había salido por la ventanilla y se quejaba de la
clavícula. Al momento salió otra persona (José Vázquez Fernández). Lo cogimos y
lo subimos a la barca. Era un usuario que había podido salir del autobús. Ya
solo se veían muchas burbujas y remolinos en el agua. Si tardamos unos segundos
más estas dos personan se hubieran ahogado. Uno era marido de mi sobrina y el
otro trabajaba en la Renfe. Nos ayudaron unos pescadores que había en la orilla
y los atendimos hasta que llegaron las ambulancias. Enseguida se arremolinó la
gente y vinieron las autoridades y los bomberos. Intentaron sacar el autobús
pero era difícil. Había que sacar a los que hubiera dentro que no sabíamos
cuantos eran. Nadie tenía narices de hacerlo y entonces mi hermano Pepe, mi
sobrino Manuel y yo los sacamos a todos con gran esfuerzo. En total había once.
Recuerdo todo perfectamente. Había
varias mujeres e incluso un niño. Fue una pena. No pudimos hacer nada por
ellos. El autobús estaba muy hondo. Pudimos llegar a ellos cuando lo levantaron
un poco con los cables de las grúas".
- ¿Se les reconoció oficialmente
su meritoria labor?.
(Entrevista realizada en 2014 al cumplirse el cincuenta aniversario de la
tragedia. Enrique contaba entonces con 96 años)
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