“CÓRDOBA A "MANOLETE" TENÍA QUE HABERLO QUERIDO MÁS EN VIDA”
“RECUERDO PERIÓDICOS NORTEAMERICANOS QUE DESTACARON EN PORTADA LA MUERTE DEL “REY DEL TOREO"
RAFAEL SANTIAGO FERNÁNDEZ NOS HABLA DE "MANOLETE", AL QUE LLEGÓ A CONOCER.
Ladislao Rodríguez Galán fotos: Ladis
El próximo
mes de agosto se cumplirán 77 años de la trágica muerte de “Manolete” en la
plaza de Linares. Cada año que pasa se agranda más su figura, y al contrario,
por lógica, quedan menos cordobeses que se sienten orgullosos de
haberlo visto y tratado. Uno de estos paisanos que tuvieron la suerte de ver y hablar
con el IV Califa del Toreo es Rafael Santiago Fernández, un empresario que
nació en nuestra ciudad en 1932 y que, con una memoria prodigiosa, recuerda
todos y cada uno de los momentos en que puso saludar y hablar con el gran
torero. El próximo 14 de julio, Rafael
cumplirá 92 años, ¡quién lo diría!, camina con elegancia y se expresa con fluidez sin dudar
ni de fechas ni de acontecimientos vividos…
-Cuando
supo de Manolete por primera vez ¿ Era usted un niño?
-Tendría
unos 10 años cuando tuve conocimiento de la existencia de Manolete. Recuerdo ir
en ocasiones a la Plaza de la Lagunilla desde mi barrio de San Agustín con mis
mejores amigos de aquella época a verlo llegar a hombros desde el Coso de los
Tejares. Aunque era muy pequeño, lo recuerdo como muy emocionante, puesto que
alrededor del diestro se formaban grandes multitudes que lo vitoreaban.
Nosotros nos íbamos hasta la Iglesia de Santa Marina y desde allí acompañábamos
a la multitud.
-¿Lo vio andando por la calle?
-Sí,
en numerosas ocasiones. Lo más llamativo que recuerdo de su figura es su
prestancia y elegancia en el vestir. Casi nunca iba solo andando por la
calle. Era un hombre de muchos amigos y
siempre lo veía acompañado. Ahora me viene a la cabeza el apellido Roca, de un
íntimo amigo suyo y gran aficionado a los toros que lo acompañaba de paseo en
multitud de ocasiones. Recuerdo sobre todo coincidir con él en el eje de las
calles Concepción, Gondomar, Gran Capitán y Tendillas, puesto que era el centro
neurálgico de Córdoba y donde coincidíamos muchos cordobeses.
- ¿Qué
impresión le causó?
-Daba
la impresión de ser un hombre serio, aunque su círculo más cercano siempre
decía que solo era una apariencia. Recuerdo que destacaba por su figura estilizada. Aunque ya era un gran torero aún no había llegado a ser la gran e incomparable figura
del toreo que llegó a ser.
-¿Tuvo
ocasión de hablar con él?
-Tuve el gran privilegio de poder hablar con el maestro. En realidad, lo saludé en su casa de la Avenida de Cervantes tras el regreso de su primer viaje a México. Iba con mi primo Paco y otros amigos. Sabíamos que Manolete había vuelto de las Américas y decidimos acudir a su casa para ver si teníamos la suerte de verlo.
Al llegar a la casa, la cancela estaba abierta y entramos. Atravesamos hasta el
patio posterior y recuerdo que el maestro estaba sentado en el interior de la
vivienda, concretamente en el filo de una fuente, la que tiene un mosaico de
San Rafael que aún perdura. Cuando nos vio, nos preguntó algo así como: ¿qué
pasa muchachos, vosotros sois aficionados a los toros?. Les dijimos que sí y
después nos estrechó la mano y nos
fuimos a casa con la ilusión indescriptible de haber hablado con el mejor
torero de todos los tiempos.
-¿Cree
usted que Manolete era querido por los cordobeses?
-No
sería capaz de decir que su ciudad en general lo quisiera como él merecía.
Evidentemente, era una figura pública y una personalidad de la época, pero echo
en falta que Córdoba en su conjunto lo quisiera y valorara como la figura que
fue. Por contra, él que se jactaba de ser cordobés por los cuatro costados, fue
un gran embajador de su tierra allí donde iba y contribuyó a difundir el nombre
de Córdoba por todo el mundo. Después de su muerte, la prensa mundial se hizo
eco de su triste fallecimiento. Recuerdo incluso en periódicos norteamericanos destacar en portada la muerte del 'Rey del
toreo'. Tras su muerte, ocurrió como suele pasar
siempre, la ciudad lo hizo suyo y se identificó masivamente con el maestro
desaparecido. Pero insisto, su ciudad tendría que
haberlo querido más en vida. Aún
recuerdo como era recibido en ciudades como Madrid o Barcelona, ciudad ésta
donde el empresario Pedro Balañá le dijo, en varias ocasiones, que siempre
tendría la plaza de toros abierta para él.
- A estas alturas aún no le he preguntado ¿Es
usted aficionado a los toros?
-Muy
aficionado desde siempre, desde que tengo uso de razón. Mi padre me llevo a una
corrida de toros de la que no recuerdo ahora mismo el cartel. A partir de ahí
surgió en mí la afición taurina hasta hoy. He disfrutado con la fiesta toda mi
vida, es parte indisoluble de nuestra cultura pero reconozco que hace muchos años la afición a
los toros era mucho mayor. Hoy falta información sobre esta Fiesta sin igual. Afortunadamente la gente joven esta acudiendo a las plazas, eso es bueno para que se identifique con la fiesta y defienda sus valores. No es excusa
el precio de la entrada de una corrida, en comparación con el fútbol, por
ejemplo, donde los aficionados gastan mucho más dinero a la hora de ver un
partido de fútbol. Hay que defender la tauromaquia en todos sus sentidos.
-¿Alguna
vez vio torear a “Manolete”?
-Lamentablemente nunca lo vi torear. Yo era muy joven entonces y antes no disponíamos de recursos propios para poder ir a los toros todo lo que nos hubiera gustado. Posteriormente disfruté de las corridas de toros cuando tuve la oportunidad de hacerlo con mi padre u otros familiares. Pero si acudí, con mi padre, a la corrida pro monumento en la plaza de Los Tejares en 1951.
- ¿Y la
última vez que vio a “Manolete”?
-Fue
a la vuelta de otro viaje a América. Fuimos a la estación, pues sabíamos que
regresaba a nuestra ciudad. Lo vi bajar del tren y allí lo cogieron en hombros
hasta el coche que lo esperaba en la puerta de la estación. Recuerdo que hacía
frio, el maestro llevaba un abrigo marrón cruzado. Fue todo muy rápido. El
coche salió de la estación camino de su casa. Esa fue la última vez que lo vi
vivo.
-Cómo
se enteró de su muerte…por la gente, por la radio…
-Me
enteré en la antigua lonja del pescado. Estaba ayudando a mi padre en nuestro
negocio familiar. Recuerdo la gente alborotada, se paró la actividad, nadie
daba crédito, fueron momentos muy inciertos. A primera hora de la mañana, antes
de irnos de la lonja, nos arremolinamos en torno a la radio para escuchar las
tristes noticias que confirmaban la muerte del maestro.
-¿Y quién no estuvo? Sí, yo fui al entierro de Manolete como la inmensa mayoría de cordobeses, unos arrastrados por la admiración y el respeto y otros por la curiosidad, como suele ocurrir siempre. Me acerqué hasta su casa y pude presenciar el momento en el que sacaron su féretro a la escalera de la casa. Allí, sostenido por un grupo de sus íntimos amigos, el marqués de la Valdavia, presidente de la Diputación de Madrid, puso sobre el féretro la medalla de Beneficencia de primera clase.
A pesar de la multitud que se agolpó en su domicilio, reinaba un respeto y un silencio impresionantes. Recuerdo que, de una de las cintas de la caja fúnebre, tiraba el gran Manolo Caracol, muy amigo suyo y compañero de sus ratos de ocio. Después, el féretro fue introducido en un coche tirado por 4 caballos. Desde allí recorrió calles del centro de la ciudad hasta llegar al Coso de los Tejares, que abrió sus puertas por última vez al maestro. Posteriormente se dirigió al cementerio de la Salud donde fue enterrado en el panteón de sus íntimos amigos, la familia Sánchez de Puerta. Allí estuvo hasta que se construyó su mausoleo y definitivamente trasladaron sus restos mortales.
La
gente estaba sorprendida e incrédula ante el hecho de que un toro hubiera
acabado con la vida de "Manolete". El luto duró mucho tiempo, fue un antes y un
después en la vida de la ciudad. Pero "Manolete" ya era eterno.
- ¿Ha visitado alguna vez su mausoleo en el cementerio de Ntra. Sra. de la Salud?
-Bastantes
veces. Muchos días en mis paseos diarios me acerco al cementerio a musitarle
una oración. Y por supuesto cuando acudía a un sepelio en el cementerio de la
Salud, antes de marcharme tenía la necesidad de visitar la tumba del maestro.
Allí, a los pies de su tumba, recordaba precisamente todas estas anécdotas que
hoy cuento en esta entrevista y a la gran figura del toreo que fue.
- ¿Volvió a entrar alguna otra vez a su casa de avenida de Cervantes?
-En dos ocasiones. Como le he contado, una primera vez a su vuelta de las Américas donde tuve el honor de estar con él y la otra el triste día en que su cuerpo inerte estuvo expuesto para que los cordobeses pudiéramos despedirnos de él.
Yo tuve esa suerte y pasé junto al
féretro descubierto que estaba ubicado en la primera habitación que se
encuentra justo a la derecha de la entrada. Como anécdota curiosa, debido a los
nervios propios de ese momento, me desvié del recorrido establecido y llegué
hasta la cabeza del féretro, donde puede ver perfectamente su rostro y sus
manos. Aún lo recuerdo con nitidez.
- Guarda
algún recuerdo de Manolete, un autógrafo, una fotografía…
-Solo conservo una fotografía suya y el libro que en su día escribió José Luis de Córdoba sobre la figura de Manolete. Aquí quiero destacar la gran amistad que unió a estas dos figuras a lo largo de sus vidas.
-¿Tuvo
oportunidad de viajar a Linares la tarde fatídica del 28 de agosto de 1947?
-Unos
días antes de la corrida de Linares, mi padre y yo regresamos a Córdoba desde
Málaga donde estábamos veraneando para atender cuestiones relacionadas con el
negocio familiar y planeamos acudir a verlo torear a Linares. En el último
momento, por cuestiones laborales, no pudimos ir, pero vivimos aquí en la
ciudad en primera persona el curso de los acontecimientos. Toda la ciudad vivió
intensamente y con mucho dolor la triste noticia que llegaba desde el coso de
este pueblo jiennense. Los cordobeses se echaron a la calle. Recuerdo que
muchos hombres de la época decían que no se habían visto tantas mujeres juntas
en la calle ni en un Jueves Santo. Córdoba entera lloró al maestro el día de su
muerte.
-Efectivamente,
la gente que había en la plaza coincidía con este argumento. Manolete pudo
evitar la cornada, pero arriesgó por su pundonor. Al llegar a la enfermería
preguntó si le habían concedido las dos orejas. Era único. A la hora de matar,
se recreó en la suerte, el miura alargó el cuello y ahí alcanzó su ingle. No
tenía por qué pasar, pero su vergüenza torera pudo más.
- Cree que algún otro torero ha alcanzado la categoría torera de Manolete?
-Hay muchos toreros que han alcanzado una gran categoría a lo largo de su vida, pero nadie como Manolete. Su personalidad era única, era un hombre fuera de lo común, destacaba allí donde estuviera. Si no hubiera sido torero, hubiera despuntado igualmente en la carrera profesional que hubiera escogido. Esa forma de ser, esa personalidad, dentro y fuera de la plaza, que se traducía hasta en su manera de andar, era única.
Quisiera
comentar, que en uno de mis viajes a Madrid, estuve en la Cafetería Larry y vi
unas fotografías donde intelectuales, de la época de Manolete, rindieron un
homenaje al maestro. Ellos vestían esmoquin mientras que él lucía su traje
corto y sombrero. Genio y figura del gran Manolete.
Lo de Córdoba con sus toreros no es nuevo, si no apreciaron a Manolete tampoco lo hicimos con muchos otros, ahí está el maestro Finito como ejemplo. En fin, ya he oído comentarios negativos sobre un nuevo torero de Córdoba y no quiero decir más ..es una auténtica vergüenza como tratamos lo nuestro
ResponderEliminar