viernes, 15 de septiembre de 2023


        LA MEDALLA DE “EL CORDOBÉS”

Francisco Gordón Suárez

Coordinador de la Fundación Toro de Lidia en Córdoba

Que Córdoba es una paradoja ya lo había descubierto el gracejo popular. Sólo en una ciudad en la que el cementerio está bajo la advocación de la Virgen de la Salud, la sede de la ONCE en una zona llamada Vista Alegre, un centro de rehabilitación de alcohólicos en un barrio que lleva por nombre los Olivos Borrachos, y el crematorio en el polígono industrial de Las Quemadas es posible que su hijo más universal haya tenido que esperar 87 años para recibir el reconocimiento oficial de la ciudad. Ayer, por unanimidad, el pleno del Ayuntamiento de Córdoba distinguió a Manuel Benítez “El Cordobés” con la Medalla de la ciudad de Córdoba, poniendo así fin a una anomalía histórica que duraba demasiado tiempo. Desde la promulgación de la todavía vigente Constitución Española, doce ha sido las corporaciones municipales que se han sucedido en los últimos cuarenta años, de ahí que el << más vale tarde que nunca >> se antoje como pueril excusa ante un retraso que no alcanza ni la actual RENFE, máxime cuando la Medalla de las Bellas Artes o la de Andalucía, entre otras muchas, ya lucían en las vitrinas de su casa.

 

Y puesto que de medallas hablamos, obligado resulta poner de manifiesto el trabajo llevado a cabo por la Fundación Toro de Lidia en Córdoba, promotora e impulsora de este justo reconocimiento al V Califa del toreo. Acaso por influencias barojianas (<< Esto no está muerto; Córdoba es un pueblo que duerme >> ) allá por el verano de 2021 emprendimos la tarea – que luego comprobamos ardua – para reconocer a Manuel Benítez con la mayor dignidad de la ciudad. Para ello presentamos a todos los grupos políticos una argumentada solicitud, mantuvimos numerosas reuniones con sus portavoces, y hasta emitimos un dictamen jurídico que zanjaba absurdas disputas capitulares en las que, realmente, subyacían otros intereses. Más allá del empeño de algunos en que Córdoba sea madre de una familia poco numerosa, lo cierto es que la indiscutible grandeza de “El Cordobés” – verdadero y único protagonista  – nos allanó el camino al concitar en torno a su inmensa figura un anómalo – y loable – consenso entre fuerzas políticas de antagónicas ideologías. Vaya para ellas mi agradecimiento, personalizado en José María Bellido, alcalde de la ciudad, de quien he aprendido que, también en el mundo de la política, una buena briega facilita el triunfo.

 

Los juristas nos referimos a los hechos notorios para aludir a aquellos que resultan indubitables y no requieren ser probados, por lo que hubiera bastado consignar en la petición únicamente el nombre de Manuel Benítez para que fuera una exposición suficiente de los méritos que le hacen acreedor del honor ahora reconocido. Desbordaría el objeto de este artículo – e incluso el número de páginas del diario - reseñar, siquiera sucintamente, los hitos que han jalonado la vida y obra del “Ciclón de Palma del Río”. Manuel Benítez ha sido el cordobés más internacional de la historia, y el español más universal del siglo XX junto con Picasso. “El Cordobés” fue la luz que devolvió a Córdoba el brillo que se apagó una trágica tarde agosteña en la plaza de Linares. En los sesenta el interregno tocaba a su fin y, al reclamo de un flequillo que hasta los Beatles le copiaron, el mundo entero supo que en Córdoba, cada treinta años, nace un Califa. Hoy, cuando hay quien alardea por dar una rueda de prensa a solas en el parking de servicio de la Casa Blanca, cobra mayor importancia saber que “El Cordobés” charlaba con el presidente de los Estados Unidos en el despacho oval. 

El compromiso de Manuel Benítez con su ciudad no se limitó a pasear su nombre del uno al otro confín, sino que lo reafirmó con su constante y activa  participación en innumerables proyectos que favorecieron el desarrollo económico, social y cultural de la ciudad. Establecimientos hoteleros, polígonos comerciales y hasta una estatua de Séneca son una minúscula parte de su legado. En la España del seiscientos,  la modernidad entró en Córdoba a bordo del Rolls-Royce y el avión de “El Cordobés”. Muchos años después, frisando los ochenta, cruzaba a hombros la puerta de Los Califas la tarde en que, a beneficio de los enfermos de cáncer, volvió a jugarse su vida para salvar la de los demás. Uno, en su discutible bondad, aspira a que la unanimidad en el elogio alcanzada por los políticos sea extensible al resto de los ciudadanos; a los negacionistas recalcitrantes bastará con recordarles que cuando se teclea en Google <<Cordobés>>, el nacido en Córdoba y su provincia es la segunda acepción.

 


Según el artículo 28 del Reglamento de Protocolo, Honores y Distinciones del Ayuntamiento de Córdoba, la Medalla de la Ciudad consistirá en << el sello de Córdoba inserto en una orla de inspiración califal realizada en oro >>. Que vayan grabando el sello; para la inspiración califal y el oro basta con una fotografía de Manuel Benítez “El Cordobés”.

 




 

4 comentarios:

  1. Me quito el sombrero, por supuesto cordobés, por Manuel Benítez y por el Sr. Gordon, pero quiero dejar constancia de que, en Córdoba, decir tauromaquia es decir Ladis.

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    1. Gracias por el elogio pero en Córdoba hay mucha gente que lucha por el mundo del toro.

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  2. Celebró con todo mi entusiasmo,la reciente imposición de la Medalla de oro de la Ciudad por parte del Ayuntamiento de Córdoba, a instancias de la Fundación del toro de lidia.
    Un nuevo palmares para nuestro respetado y gran amigo Manuel Benítez, V Califa del Toreo,que tras el apoyo mayoritario de numerosos colectivos ciudadanos y gran representación del mundo Taurino, fuen proclamado ,el 29 de octubre del año 2002 V Califa del Toreo en el Alcazar de los Reyes Cristianos con asistencia de más de 2.000 invitados.y una representación de las figuras más importantes del mundo del toro.
    Unir en este evento a varias generaciones de Maestros del toro,constituyó sin duda un evento único e irrepetible.
    ENHORABUENA !!! , Maestro
    Córdoba te quiere.


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    1. Totalmente de acuerdo. Tuve la satisfacción de estar en ese solemne acto y era imposible poder contar la cantidad de toreros de todas las épocas que quisieron estar presentes para arropar al V Califa. Al más grande.

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