TENTADERO
EN EL CAPRICHO
Ladislao
Rodríguez Galán fotos: Ladis
FINITO
DE CÓRDOBA
El Fino abrió la tarde con la vaca más complicada de su lote pero estuvo ahí hasta que se hizo con ella y a base de tesón le pudo robar series de mucha calidad. Pero donde dio la completa dimensión de su toreo fue en su segundo animal. Que maestría que categoría, como hilvanaba los pases por ambos pitones con la calidad que desde sus comienzo mostró en su exquisito toreo de arte, lo que siempre le distanció de los demás toreros. En el ruedo estaba el Fino auténtico, el del toreo excelso. Con verdad, con rotundidad. Y el animal sometido repetía una y otra vez a la cita de la muleta prodigiosa. Que sabor y buenas sensaciones dejó en todos los presentes. Cuando el Fino dio por terminada su labor, los chavales de la Escuela de Córdoba se hartaron de torear una vaca que había sido enseñada a embestir por un gran maestro.
JULIO
BENÍTEZ
Las otras dos vacas del lote correspondían
a Julio Benítez que se topó, en primer lugar, con un animal poco claro en la
embestida pero al que supo doblegar y someterlo a base de valor y de hacerle
las cosas bien consiguiendo muletazos sueltos de buen trazo. Pero su segunda
vaca fue un dechado de virtudes, brava, noble y de embestida clara. Y ya se
sabe que los buenos toros descubren a los toreros y los ponen en su sitio.
Julio le cogió el aire de momento y mostró su toreo recio y convincente. Las
series se sucedían por ambas manos con temple y corazón. Incluso dio varios
circulares girando la cintura hasta el extremo. Muy bien el torero que acabó de
rodillas con unos ajustados derechazos. Julio demostró, una vez más, que es un
torero que hay que contar con el por el depurado estilo de su toreo. Y además
quiere ser torero puntero. Y en esa lucha está. Nuevamente los alumnos de la
Escuela cordobesa que habían peregrinado hasta la ganadería disfrutaron
toreando un animal al que Benítez había marcado el camino a seguir.
ÁLVARO SERRANO
Para cerrar el tentadero, hubo una becerrita para Álvaro Serrano (hijo de el Tali, hermano de Juan) alumno de la Escuela Taurina de Camas que mostró unas aptitudes y una capacidad impropia de un niño de once años. La becerra salió fuerte pero el chico, aconsejado a prudente distancia por su tito Juan, fue sacándole pases por ambas manos con decisión y firmeza.
En la copa que ofreció la familia Centeno no se hablaba de otra cosa que de la buena tarde de toros de los dos matadores y de la ilusión de un niño de once años.
Solo añadir la excelente labor de los
subalternos Fernando Tello y Juan Manuel Fernández.
LA CÁMARA ESTABA ALLÍ
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