HABLAMOS CON EL TORERO AFICIONADO RAFAEL FLORES "EL
PESCA"
Ladislao Rodríguez Galán
A finales de año cumplirá 90 años. Su infancia transcurrió en
la postguerra, una transición muy dura para la gente llana del pueblo. Hablamos
con Rafael Flores Garceran un ejemplar aficionado a los toros que quiso ser
torero con los únicos medios que tenía: la ilusión y el valor. Nació en, 1930,
en el barrio de Santa Marina, justamente en la calle Morales nº 7. Hoy está
postrado en un sillón pero disfruta viendo todos los espectáculos taurinos que
emiten por la tele acompañado de su hija Chari, única de sus cuatro hijos que
comparte con su padre esta pasión por la Fiesta.
- Rafael viviendo en
Santa Marina, donde vivía "Manolete", le habrá visto mucha veces?.
- Muchísimas. Los
niños del barrio íbamos a La Lagunilla a la puerta de su casa a verlo salir
vestido de torero. Siempre nos saludaba con la mano. Un día me lo tropecé en la
calle Mayor de Santa Marina y me cogió del hombro y me dijo" Como estás
chiquillo?" Ese día me iba a volver loco. Fui corriendo a mi casa a
contarle a mi madre que "Manolete" me había tocado. Todos estábamos
muy contentos de que estuviera triunfando. Cuando se fue del barrio, al chalet
que le compró a su madre, en 1942, el barrio quedó triste. Cuando el murió yo
tenía 17 años y a todos nos dio mucha pena. Estuvimos un grupo de amigos en su
entierro. Había mucha gente porque todo el mundo lo quería. Era un señor.
- Y por él quiso Vd.
ser torero?.
- Como es natural
todos queríamos imitarle. Pero todo el mundo no está llamado a ser lo que son
los demás. A mí me entró la afición muy chico. Mi tío Francisco Garceron era un
humilde novillero que me llevaba de la mano a los toros y a las capeas. Yo veía
a los toreros y pensaba que yo también sería capaz de hacerlo. Y esa idea no se
me iba de la cabeza.
Mire yo me quedé huérfano en la guerra y, siendo aún un niño,
para ayudar en casa vendía pescado por la calle en una carretilla. Me iba al
centro de Córdoba que es donde estaba la gente con dinero y les ofrecía
boquerones, bacaladillas y calamares y ganaba lo justo para comer. Pero yo seguía con el toro en la
cabeza. Y por vender pescado me apodaron "El Pesca" y así me anunciaban
en los carteles.
- ¿Y cómo se las apañó
en una época tan dura para poder torear?.
- Nosotros teníamos
familia en Guadalcázar y el 16 de Agosto de 1946 (cuando todavía no había
cumplido los 16 años) me dijeron si quería torear en el pueblo. Montaron una
capea y debuté cortando una oreja. Al día siguiente me repitieron y volví a
cortar otra oreja. No crea que eran novillos. Eran vacas viejas que sabían
latín, porque todavía no estaba la ley que prohibía matar a las hembras en las
plazas. Esas dos orejas me envenenaron hasta el punto que me iba a las capeas
en cuanto me enteraba y podía.
En Córdoba, en "Los Tejares", toreé tres veces. La
primera fue el 10 de agosto de 1947 y corté una oreja, la segunda cinco días
después y di la vuelta al ruedo y la tercera al año siguiente, 1948, cosechando
silencio a mi labor.
- Le ayudaba alguien?
- Que va, yo toreaba por mis relaciones y amistades. Yo
frecuentaba muchas tertulias y reuniones taurinas y había hecho contactos.
Toreando no se ganaba dinero pero yo disfrutaba. Los vestíos los alquilaba y los
devolvía tres o cuatro días más tarde para tenerlos en casa y verlos.
- En total cuantos años
estuvo toreando?.
- De 1946 hasta 1952. Era muy complicado torear. Había que
tener padrino y yo solo tenía ilusión y valor. El toro no me asustaba. En total
toreé 14 tardes y corté doce orejas. En el Viso, Villafranca y Pozoblanco corté
las dos a la vaca que me tocó en suerte.
Rafael me cuenta
esto auxiliado por su hija Chari, y ayudado por una estadística que conserva
como oro en paño, donde quedan reflejadas todas sus actuaciones con las
localidades, las ganaderías, el resultado y las incidencias.
Mientras hablamos la TV está retrasmitiendo una corrida de
toros de San Isidro y Rafael, ensimismado, no pierde detalle. Hasta me da cosa
seguir hablando para no distraerle. Pero hay que seguir...
- Rafael y percances
¿Tiene alguno?.
- Dos, uno fue en Aldea del Fresno (Madrid), la vaca me cogió
por el tobillo y me sacó el cuerno casi por la rodilla (me enseña la cicatriz)
y el otro fue en La Campana (Sevilla) con un puntazo y conmoción cerebral.
- Cuando deja de
torear?.
- Yo me di cuenta que este no era mi camino. Que no iba a
vivir del toreo, y me fui. También influyó lo que me pasó con una rejoneadora.
Como yo me defendía bien con el capote y con la muleta, me coloque con ella
como subalterno. Estábamos en un pueblo de la Mancha y la chica no podía con el
toro. Lo echaron a los corrales y al no haber mansos lo llevé toreándolo y a
punta de capote hasta la puerta de toriles.. Lo hice con tanta torería y arte
que el público me jaleaba y me piden que no lo entre, que lo toree. El
presidente me autoriza y le formo un taco con la muleta y como lo mato de un
estoconazo sin puntilla el publico me dedica una gran ovación que me obliga a
saludar. Entonces el apoderado de la rejoneadora se viene hacia mí y me dice
que estoy despedido. Me da cien pts. para comer, pagar la fonda y volverme a
Córdoba. Y aquí se acabó mi historia.
- Rafael me quedo
asombrado con las historias curiosas que hay en el mundo del toro. Dígame ¿Cuál
fue su torero?.
- Mire, aunque me fui
nunca dejé el toro. Me hice mozo de espadas para estar cerca y fui ayuda de
mozo de espadas de Manuel Cano "El Pireo", el torero más elegante que
he visto. También me gustaba "El Cordobés", pero en otro estilo, al
que conocí en 1967 en un tentadero. Me dejó la muleta y di algunos pases. Tenía
yo 37 años.
Rafael guarda pocas
fotografías de su época "Son pocas fotos porque en aquella época no había
dinero para comprarlas, me dice". Pero lo que guarda con enorme cariño es
su capote, su muleta y la castañeta.
La vida le golpeó duro pero Rafael le ganó el pulso. Trabajó
en mil oficios. Sacó su familia adelante y hoy, a su edad, sigue disfrutando
desde la comodidad de su sillón, de su pasión favorita: los toros.
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