lunes, 18 de marzo de 2019

ADELÁNTESE A LA PRIMAVERA PARA OBSERVAR EL MOLINO DE LA ALBOLAFIA




Ladislao Rodríguez Galán
Cinco son los sentidos del ser humano, todos imprescindibles, pero uno de los que nos produce más satisfacciones es, sin duda, el de la vista. Contemplar los colores, los paisajes, la  luz y escudriñar en la penumbra y las tinieblas nos fascina sobremanera. Todo es cuestión de ver, pero para ver bien hay que saber mirar. Últimamente se han creado y organizado grupos para observar y contemplar regalos que nos hace la madre naturaleza sin regatearnos detalles: puestas de sol, cráteres de la luna, aves, eclipses.. y más reciente está de moda observar las estrellas, para lo que se han identificado puntos de observación idóneos en los Pedroches y otras zonas lumínicas de excepción a lo largo de  nuestra provincia.    Pero si quiere observar una joya que se está muriendo (la están dejando morir lentamente) como es el molino de la Albolafia, dese prisa porque cuando explote en toda su intensidad la primavera volverá a estar embutida en hojas y ramas y casi desaparecida de la vista y del paisaje del que forma parte desde hace varios  siglos.                                                 Este emblemático molino conocido también como rueda de la Albolafia, es un molino hidráulico que se encuentra a la orilla del  Guadalquivir, entre el puente romano y el Alcázar de los Reyes Cristianos. Es el molino de mayor antigüedad de los existentes a lo largo del cauce del rio a su paso por la ciudad y da nombre a los sotos de la Albolaifa", su entorno natural invadido ahora por un bosque de árboles.
El origen del molino de la Albolafia se remonta a la dominación romana, aunque ha sufrido importantes restauraciones a través de la historia. La última, que ha llegado hasta nuestros días, corresponde a la realizada en el siglo IX por el  Califa Abderramán II.  Está tan incrustado en la ciudad que su noria aparece en el escudo local desde el siglo XIV. Fue declarado  bien de Interés Cultural en el año 2009. Según cuenta la historia una vez que Córdoba fue conquistada al imperio musulmán por Fernando III de Castilla (1236) el monarca ordenó la entrega de las ruedas de moler del molino de esta manera: una al obispo de Cuenca, otra a Tello Alfonso y las dos últimas a Alfonso Téllez, por lo que pasó a llamarse molino de don Tello.
La misión primitiva de este molino consistía en suministrar agua para regar las huertas del Alcázar, aunque posteriormente se utilizó como molino harinero. Era un molino de gran categoría, pues en los siglos XIV y XV tuvo cinco ruedas de moler, dos de ellas propiedad de la iglesia mayor y las otras pertenecientes a señores de la ciudad.
 Cuando en 1492 los Reyes Católicos Isabel y Fernando se hospedan en el Alcázar para dirigir desde más cerca la toma del reino nazarí de Granada, la reina agobiada por el enorme ruido que hacía la noria ordenó desmantelarla.
Tras ser desamortizado en 1855, y pasar a propiedad privada, en 1914 por una deuda que tenían contraída con hacienda sus propietarios, el molino fue embargado  por el Estado. En la década de los sesenta del siglo pasado, gracias a las gestiones del alcalde Antonio Cruz Conde fue cedido al Ayuntamiento de Córdoba. Debido a su total abandono (casi como hoy) se encargó su restauración al afamado arquitecto Félix Hernández, que ya estaba enfrascado en restaurar la Mezquita y Medina Azahara, entre otros monumentos de gran valía. Hernández restauró la gran noria volviéndola a poner en funcionamiento colocándole las vasijas que recogían agua del cauce, la misma labor que había desarrollado el molino desde hace siglos.                              Tras unos años de esplendor, este histórico monumento volvió a caer en abandono y desgracia, hasta que unos vándalos (1992) prendieron fuego a las maderas de la noria y se hubo de intervenir de urgencia. Se reconstruyó la noria y se aprovecharon las obras para excavar la base del molino y dejar al descubierto los canales de paso de agua.                 Hoy, ocupado por una colonia de gatos, y sumido en total abandono, necesita de nuevo una urgente intervención para evitar su total destrucción.
Pero recuerde, si quiere observar este monumento cordobés amarrado a la historia de Córdoba desde siglos, dese una vuelta por la ribera y adelántese a la primavera. Después será demasiado tarde.

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